Política

Sánchez promete a los nacionalistas que regará las empresas de defensa con dinero europeo

El presidente del Gobierno ha visto en el plan de rearme del Ejecutivo comunitario una oportunidad económica única para negociar en Madrid

  • Carles Puigdemont y Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo. -

Pedro Sánchez, como buen político, se suele anticipar. El presidente del Gobierno ha visto en el plan de rearme esbozado por la Comisión Europea una oportunidad económica (otra más) para negociar en el Congreso de los Diputados en pro de su Gobierno. Por eso, el líder socialista prometió a sus socios nacionalistas en la ronda de contactos que tuvo en Moncloa que regará las empresas del sector de la defensa con la parte que corresponda de los 800.000 millones de inversión que anunció la presidenta comunitaria, Ursula von der Leyen.

Él mismo lo dejó entrever en su alocución, en la que pidió a startups, emprendedores y pymes que den "un paso al frente" y contribuyan al desarrollo tecnológico que necesita España en el marco de la industria de la defensa: "Es un momento para que las startups, los emprendedores tecnológicos, las pequeñas y medianas empresas, acompañados de las grandes corporaciones vinculadas con la industria de la defensa que tenemos tradicionalmente en nuestro país, den un paso al frente y podamos, entre todos, hacer que España contribuya a dar ese salto tecnológico que necesitamos".

Sánchez se encargó de recordar que las necesidades defensivas de España no son las mismas que las de los socios del este de Europa que comparten frontera con Rusia; que no se trata de armas, cazas y tanques —que también—, sino, fundamentalmente, de inversión en ciberseguridad, satélites y tecnología de alto nivel para las comunicaciones, con la que, además, proteger el flanco sur, la otra obsesión del Gobierno por ser una amenaza directa. En esa calculada venta de bondades a la opinión pública, recelosa del gasto en uniformes, disparó dos mensajes a su izquierda: que el aumento del gasto militar no conllevará el recorte de ni "un céntimo de euro" en gasto social y que se reducirá la dependencia de Estados Unidos inundando de recursos a la industria europea.

Los socios nacionalistas e independentistas del presidente, como el PNV, tomaron nota y vieron con muy buenos ojos el plan que Sánchez tiene en la cabeza. "Hay cosas interesantes", explican fuentes conocedoras de las conversaciones del presidente. Sin ir más lejos, Indra, que es una multinacional española que ofrece servicios en los sectores de defensa, transporte, energía y telecomunicaciones, se posiciona como una de las principales hipotéticas agraciadas. Cabe reseñar que la empresa mantiene una presencia significativa en el País Vasco, donde contribuye al desarrollo de varios proyectos. Además, la multinacional adquirió hace poco el 89,68 % de Hispasat por 725 millones de euros, lo que consolidó su posición en el sector espacial y de la defensa.

Pero hay más: Sener es una empresa vasca de ingeniería y tecnología que ha expandido sus actividades al sector aeroespacial y de la defensa. La compañía ha participado en proyectos significativos, incluyendo el desarrollo de una torre de lanzamiento de cohetes en Suecia y la ingeniería de la central nuclear vizcaína de Lemóniz. Hace menos de un año que Sener fortaleció su división de defensa con la adquisición de SCR, una empresa —también española— especializada en sistemas aéreos no tripulados, terrestres y navales. La empresa ha obtenido un incremento en sus negocios debido a la inestabilidad geopolítica y al aumento del gasto militar, que es exactamente lo que ha visto Sánchez. La presencia e influencia vasca en las industrias de defensa, ciberseguridad y telecomunicaciones es más que sólida.

Junto a Indra, otra de las grandes empresas con papeletas para recibir esa lluvia milmillonaria es Navantia, una empresa pública española dedicada al diseño, la construcción y el mantenimiento de buques militares y civiles, así como a la fabricación de sistemas y soluciones tecnológicas para la industria naval y la defensa. Las fuentes consultadas aseguran que el presidente trató con el representante del BNG las inversiones de Navantia en Ferrol, aunque Néstor Rego pidió que estas no se circunscribieran al ámbito militar, sino también al civil.

Cataluña también juega sus cartas y escucha con atención a Sánchez. Basta como ejemplo el hecho de que Barcelona se ha convertido en un destino más que atractivo para los expertos en ciberseguridad. En la ciudad condal han desembarcado varios equipos especializados en piratería informática de origen israelí. Estos profesionales han establecido empresas en la ciudad que se dedican a la venta de 'exploits', productos clave en la cibervigilancia. No por casualidad, en la capital catalana se encuentra el Centro Nacional de Supercomputación (BSC-CNS), que alberga el MareNostrum, su superordenador más emblemático, que ha tenido varias actualizaciones desde su inauguración. Y alrededor de este centro hay todo un ecosistema interesado en las promesas del presidente del Gobierno.

El presidente del Gobierno admitió ante los portavoces parlamentarios, excepto el de Vox, que burlará al Congreso de los Diputados para imponer una subida del gasto militar sin precedentes y cumplir con el objetivo de dedicar el 2 % del PIB a defensa antes de 2029. Nunca una sentencia del líder socialista, que no aclaró cuándo y cómo logrará ese hito, fue tan clara: "Lo que tenga que pasar por el Parlamento, pasará, y lo que tenga que ver con la gestión del Gobierno, tendrá que ser acelerado por el Gobierno [...] No hay mucho más debate en esta cuestión".

Y eso, en la cabeza de los grupos políticos, suena a que el presidente no dejará apenas margen a sus señorías para votar el aumento de las partidas presupuestarias de defensa. El Ejecutivo, logre o no unos nuevos presupuestos para este año, se dispone a jugar al Tetris con la contabilidad nacional para engordar las cuentas del ministerio que dirige Margarita Robles. Todos los portavoces coincidieron en apuntar que el presidente les trasladó que no se trata de un capricho por su parte, sino de una imposición geopolítica producto de la pertenencia de España a la Unión Europea y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Pero no hay imposición que por bien no venga.

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